Hoy en día, a los hombres les gusta jugar a ser unos buenos seductores. Sin embargo, todos necesitamos seguir una serie de consejos para dominar este arte. Muchos hombres buscan algún tipo de técnica para intentar aplicarla a sus vidas.

Para gustar y persuadir a los demás, el hombre necesita una serie de criterios que no debe dejar de utilizar si pretende tener éxito en sus conquistas. Varios estudios demuestran que las mujeres suelen tener varios modelos de referencia, y que es eso lo que buscan en un hombre. Por eso, cada hombre debe poder ponerse en cuestión, reprogramarse, y trabajar su estética y su interior antes de abordar a una mujer.

No se trata de parecer superficial, sino de poder cautivar desde un primer momento la atención de una mujer. Es decir, debemos poder presentar la mejor imagen de nosotros mismos, y aplicar la mejor técnica de seducción.

hombre mirando a cámaraTodos los hombres tienen un potencial que deben saber explotar correctamente. Este poder es el de poner en cuestión la voluntad de cambiar tal o cual aspecto para crearse la imagen de un hombre elegante, que al final pueda llamar la atención de una mujer. El objetivo no es el de tener unos ojos bonitos, sino una mirada interesante.

Los ojos y la mirada

Hay que aprender a mirar a la gente a los ojos, especialmente a las mujeres. Un buen método para comenzar es saber levantar la mirada del plato cuando tenemos a alguien sentado delante de nosotros en un restaurante, o caminar con la mirada levantada, fijándonos en los ojos de las personas con las que nos vamos cruzando.

Al principio, la mirada tiende a bajarse de forma natural, y luego, progresivamente conseguimos fijarla durante más tiempo. Sin olvidar, igualmente, que una parte de la comunicación se produce a través de la mirada. De esta forma, una mirada que se sabe mantener, incita mucho más a la toma de contacto, y a iniciar un diálogo.

La mirada no es lo único que se debe trabajar, también debemos poner el acento en la sonrisa, la confianza en uno mismo y de esta forma ir entrando progresivamente en la creación de un hombre que se desmarca de los demás, ante la mirada de una mujer.