Se pueden perder algunos kilos a cambio de cumplir dos condiciones: cambiando nuestros hábitos alimenticios y aumentando la actividad física. Si no practicáis ningún tipo de ejercicio, cualquier tipo de dieta que sigáis no podrá llevaros hasta la meta del peso que deseáis alcanzar.

Para cambiar de alimentación, se debe reducir moderadamente el aporte calórico, es decir las materias grasas y los azúcares. Hay que saber respetar las buenas prácticas alimenticias siguiendo algunas reglas muy sencillas.

No saltarse las comidas, sobretodo el desayuno que siempre debe ser abundante. Por la noche haced una cena más bien ligera. No comáis entre comidas. Si tenéis hambre entre comidas, beber un gran vaso de agua, un café o un té sin azúcar. Beber también antes de cada comida y en medio de la comida. Comer féculas en las comidas: pasta, arroz, patatas, pan.

Modelo con el torso desnudoEstas féculas crean una sensación de saciedad y aportan la energía necesaria, y la fibra que el organismo necesita. Sin embargo, se debe limitar todo lo que acompaña a las féculas: salsas grasientas, mantequilla, queso, nata, etc. Se deben consumir féculas, pero solas, o con un acompañamiento sin azúcar, y sin materias grasas. Suprimir las bebidas con gas azucaradas. Suprimir el alcohol y la cerveza. Se puede seguir bebiendo vino, preferentemente tinto, pero limitando la cantidad a una vaso al día.

Evitar las comidas fuera de casa, puesto que resulta más difícil el control de la alimentación. Si hacéis una comida compartida, intentar disminuir las cantidades de vuestro plato, y sobretodo no os sirváis dos veces de lo mismo.

Elegid carnes magras y dar prioridad a las aves, pero sin piel, a los pescados y crustáceos. Cuidado con las grasas escondidas: evitar todas las carnes en salsa, la charcutería grasa, la mantequilla, las frituras, la repostería, el helado, el chocolate. Y comed verdura, preparada a vuestro gusto, o cruda o cocida, y sobretodo comer dos piezas de fruta al día, pero no más de eso.