Concebido en los años 60 por dietistas de Boston (Estados Unidos), el régimen hiperproteico fue uno de los muchos regímenes milagro que acompañaron al desarrollo de la civilización del ocio del «Sea, Sex and Sun» erigido como elemento constitutivo indispensable del «American Way Of Life».

Respondiendo en primer lugar a la demanda de una cierta categoría de deportistas (los bodybuilders concretamente), este tipo de régimen se convirtió rápidamente en el medio más rápido y eficaz para perder peso. El objetivo: tener una anatomía como la que popularizaron los actores de las películas de playa, donde mostraban sus cuerpos perfectos casi al desnudo.

El régimen de las proteínas 1Si el cine no salió indemne en esa época, la dietética tampoco. Este tipo de régimen, terapéutico al principio, es sinónimo de recuperación rápida del peso original, si no va acompañado de un estricto control médico.

Dieta pura y dura en sus comienzos, pero con una serie de consecuencias a corto plazo (fatiga, riesgos cardiovasculares…), obligaron a los nutricionistas a revisar el tratamiento y a añadir un aporte proteínico, con el fin de forzar al cuerpo a que tomara los nutrientes, no de la masa muscular, sino de los tejidos grasos.

Durante bastante tiempo se le llamó «régimen de la clara de huevo», y fue configurándose a base de sustitutivos y complementos alimenticios.

El método

El régimen hiperproteico ha sido sometido a diversas variaciones, y normalmente se establece en tres etapas:

. Una primera fase de ataque, que nos introduce de pleno en el régimen. Este primer tiempo sólo dura unos días, y consiste en multiplicar las comidas a base de suplementos alimenticios con el fin de reducir al máximo la masa adiposa.

. La segunda fase permite volver a una alimentación más tradicional (lípidos y glúcidos), pero basando lo principal de la alimentación en el aporte estricto de proteínas.

. La tercera fase, llamada de «estabilización», ofrece al paciente la oportunidad de volver a una alimentación más variada, pero controlada, porque acostumbrando al cuerpo a la ausencia de grasas, lo hace más receptivo a la hora de almacenar los lípidos absorbidos.

En otros términos: sin control, los kilos perdidos se vuelven a recuperar con mucha rapidez. «Adelgazar sin pasar hambre» es posible, pero siempre que se mantenga el ritmo adecuado de higiene de vida. En caso contrario, el remedio sería peor que la enfermedad.