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A los excursionistas osados no nos suele parar nada, y justamente el invierno hace que nuestras ganas de montaña aumenten aún más. Además, nuestra rutina semanal nos predispone a querer desconectar mucho más que durante los tranquilos veranos.
Pero si bien la montaña ya es traicionera en verano, en invierno es aún más terrible. Hay que recordar que cada año lamentamos victimas, y en su mayoría no son precisamente novatos, simplemente que de la montaña no podemos fiarnos. Por eso mismo, en invierno hace falta una doble minuciosidad a la hora de preparar nuestras salidas.
La montaña en invierno (I) 1En esta pequeña serie de artículos, pretendo explicar algunas consideraciones básicas que debemos tener en cuenta a la hora de realizar nuestras salidas a la montaña. No se trata de nada novedoso, más bien es de sentido común, pero debemos siempre tener en la cabeza los elementos básicos.
En esta primera entrega hablaré sobre lo más importante, que es la nieve. Es quizá el elemento principal a tener en cuenta, ya que determinará  en buena forma la resta de condicionantes a los que nos vamos a ver expuestos.
Aquí se hace especialmente importante la información. La nieve realmente lo cambia todo. Aquella montaña que nos parecía simple e incluso redondita en su cima, se convierte en algo mucho más complicado y empinado, modificando los caminos y las señales. Hay que recordar que la nieve es la gran estrella de la montaña hibernal, y debemos tener cuidado a la hora de seguir caminos. No os fieis ni de vosotros mismos. Los más capaces guías suelen desorientarse cuando su vía habitual está cubierta de nieve.
De igual forma, en el aspecto físico, la nieve provoca que aquel camino tan simple y amable de caminar, se convierta en un infierno interminable, ya que el equipamiento y el tener que pisar nieve dificultan el paso y lo hacen mucho más complicado.
Por eso mismo, es imprescindible convertirse en forofos de nuestras páginas web habituales de previsión meteorológica, y si se puede, informarnos a través de teléfono o internet, de el estado definitivo de las pistas y los caminos. Recordar que incluso la aproximación en coche puede ser más complicada de realizar. Esto puede parecer una tontería, pero se vuelve vital.
En conclusión, debemos tener controlado al milímetro la posibilidad de nieve y el estado de la nieve. Ya que por último, debemos asumir que quizá nos cae una tormenta en forma de nieve. Os aseguro que es una de las experiencias más duras a la vez que satisfactorias que podéis tener en la montaña, pero de nuevo, hay que tener una fortaleza psicológica y física mucho más elevada que en una ascensión estival.
Recordar que por muy fácil y simple que sea vuestra ascensión, en invierno todo eso se convierte en otro tipo de historia.