El entrenamiento deportivo consiste esencialmente en llevar hasta el límite las capacidades físicas de cada persona.

Las motivaciones de esta búsqueda pueden ser diversas. Van desde la simple mejora de la condición física, hasta llegar a alcanzar algún tipo de récord, pasando por el conocimiento de uno mismo. En todos los casos, la psicología deportiva no se debe desdeñar.

Por lo tanto, es fundamental establecer un plan de entrenamiento con una serie de ejercicios lo más variados posibles, alrededor de un eje director que no deje de apuntar hacia la meta que se quiere alcanzar.

Las bases del entrenamiento deportivo 1La intensidad y la frecuencia de los entrenamientos deben respetar lo específico de los metabolismos en cuestión. La progresión es necesaria, y siempre se debe prever el tiempo de reposo o unas sesiones ligeras tras las sesiones muy intensas. No se debe olvidar que cuatro sesiones de un cuarto de hora, son más eficaces que dos de dos horas.

En función del deporte practicado, y fuera de los aspectos técnicos, se deben dosificar los ejercicios siguientes para desarrollar correctamente la estructura muscular:

Ejercicios continuos

Los ejercicios continuos consisten en efectuar de manera ininterrumpida esfuerzos intensos y prolongados.

Estos mejoran principalmente la resistencia aeróbica y en segundo lugar la potencia aeróbica. Desarrollan el sistema cardiovascular. Es preferible planificarlos al comienzo de la sesión, en todos los deportes que no son deportes de resistencia.

Ejercicios progresivos

A medio camino entre los ejercicios continuos e intermitentes, los ejercicios progresivos consisten en introducir aceleraciones cada vez más largas, en esfuerzos relativamente importantes.

El cronómetro aquí es inútil, sólo las sensaciones personales y el placer deben estar en el origen del cambio de velocidad. Estos ejercicios mejoran conjuntamente la resistencia aeróbica y la potencia.