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Una de las cuestiones que más obsesionan durante el verano en una ascensión es el ritmo al que se sube. Este factor es altamente importante, ya que determina en gran medida hasta que punto nuestro cuerpo trabaja y podremos aguantar hasta el objetivo. De igual manera, el querer llegar cuanto antes mejor, es un factor que debemos tener alejado de nuestra mente, y si, tener planificada una buena estrategia de subida.
Todo esto, que ya es complicado, lo es aún más cuando hablamos de ascensiones en grupo (que por otro lado son las más habituales). En este caso, el intentar armonizar un ritmo común a veces es una tarea altamente compleja, que necesita de gran empatía y temple, ya que cada uno tiene un ritmo diferente.
Mantener el ritmo en grupo 1Normalmente lo más ventajoso es situar primero y último a los más experimentados, para que así el grupo viaje junto. El que va primero deberá marcar el ritmo, en la mayoría de los casos, es más recomendable marcar un ritmo suave pero firme, sin parones, que no una rápido y que genere la necesidad de paradas continuas. De esta manera conseguiremos poder mantener un ritmo constante en toda la ascensión y mejorar nuestros números.
El ritmo lo deben marcar todas las personas del grupo, debe ser lo suficiente fuerte como para que haya un desgaste, siempre adaptando a la climatología y las horas de sol, y al mismo tiempo es necesario que sea la suficiente flojo como para que los compañeros menos dados a estos menesteres o que se encuentren en peor estado de forma sean capaces también de llegar al objetivo sin necesidad de morir en el intento.
Si la persona delantera se encarga de esto, la persona que va a la zaga debe ser la que compruebe y evalúe la peligrosidad del grupo. Al no tener que pensar en el camino, es el responsable de que nadie se quede rezagado y que todos lleguen a la cima.