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Todo aquel que quiera acercarse al maravilloso mundo del deporte y del bienestar, tiene que asumir un matrimonio con dos conceptos: ejercicio y alimentación.

Si se buscan resultados, los logros tanto de un cuerpo bonito como de un mayor rendimiento en cualquier disciplina deportiva, pasan irremediablemente, por la combinación de ambos elementos.

Nadie debe esperar grandes avances si, además de un ejercicio regular, no revisa sus hábitos alimenticios. En este artículo, reflejaremos la incidencia que sobre los resultados deportivos tiene la alimentación.

Como ya dijimos cuando hablábamos de perder peso, no se trata de realizar dietas extremas o de no comer, sino de variar  y equilibrar la alimentación en calidad y cantidad.

En primer lugar, no hay que reducir el número de comidas diarias, necesariamente. Lo ideal es ingerir cantidades pequeñas cada 2 o 3 horas, de manera que el organismo las asimile bien y rápido.

De nada sirve hacer 3 comidas gigantes, puesto que obligaremos a nuestro cuerpo a realizar un esfuerzo titánico para digerirlo todo, y la asimilación será más lenta.Nutrición deportiva: qué comer 1

Lo ideal es que las porpiedades de los alimentos estén cuanto antes en sangre en circulación, con el fin de gastarlos en la actividad deportiva.

Por tanto, la primera conclusión sería esa. Realizar varias comidas moderadas a lo largo del día.

En segundo lugar, dejar los hidratos de carbono para comenzar el día. Como dijimos, los hidratos son los encargados de aportar energía a nuestro cuerpo y lo acertado es utilizarlos al comienzo de la actividad diaria para aguantar el resto del día.

Tostadas con miel, frutos secos, o copos de avena, son una opción excelente para comenzar la mañana. En cuanto a la leche, hay que tener en cuenta determinados efectos de los productos lácteos. No conviene ingerirlos en grandes cantidades.

Antes de iniciar la actividad deportiva, también es interesante ingerir algún hidrato de asimilación rápida, es decir, aquellos de los que podamos disponer rápidamente, por ejemplo las manzanas verdes.

Tampoco hay descartar el plátano, con sus fuentes de potasio o incluso, la patata asada, media hora antes de entrenar.

Avanzado el día o finalizado el entrenamiento, el aporte que necesitamos es aquel capaz de reparar nuestras fibras musculares, por lo que solo entonces procede empezar la ingesta de proteína pura y dura.

Después de entrenar o cuando nos vamos a acostar, no necesitamos combustible, puesto que nuestro cuerpo tiende al descanso y con él, a la reparación de tejidos.

Por ello, la alimentación en esos momentos contendrá la mayor cantidad de proteínas posible. Pollo, pescado, pavo, serán el núcleo de nuestras comidas post-entrenamiento.

Por lo tanto, recordad, nada de dietas milagro o dietas extremas. Éstas solo os conducirán a un cambio repentino en vuestro organismo, con un más que posible efecto rebote.

Realizad los cambios de manera progresiva, y buscad los beneficios a largo plazo y para toda la vida. El cuerpo lo agradecerá.