El esmalte dental suele estar expuesto a una serie de agresiones que no le benefician en absoluto: alimentación anárquica, sodas azucaradas, comidas a deshoras… Son muchos los hombres que sufren este problema. La prevención en estos casos es fundamental.

La destrucción del esmalte, o la erosión de esta capa protectora de los dientes es algo mucho más frecuente de lo que nos imaginamos. Se estima que uno de cada cinco pacientes que acude a un dentista, presenta signos de deterioro a nivel del esmalte dental.

Hay signos que no engañan. Los dientes se tornan de un color más amarillento, y pueden aparecer ciertas grietas en la parte de abajo del diente. Lo normal es que a la hora del cepillado se puedan resentir ciertas molestias. Por desgracia, uno no se da cuenta de que sufre este mal, hasta que el deterioro del esmalte ya está en un estado bastante avanzado.

Protección del esmalte dental 1El desgaste de los dientes se puede clasificar en tres niveles, en función de la dentina, que constituye la parte sensible y nerviosa situada debajo del esmalte.

Floja: 1/3 por un desgaste flojo

Moderado: 2/3 por un desgaste moderado

Pronunciado: el diente pierde tamaño, pero este se debe determinar en función de la edad del paciente.

Los alimentos, enemigos del esmalte

Aparte del envejecimiento, una de las causas principales de la erosión de nuestro esmalte reside en la alimentación. Desde el final del siglo XX, nuestros hábitos alimentarios se han modificado de manera notable.

Los peores enemigos del esmalte dental son las sodas. Su consumo puede llegar en algunas personas a un litro diario. Este fenómeno es mucho más preocupante en los Estados Unidos, con el consiguiente riesgo de provocar una diabetes, y ciertos problemas de sobrepeso.

Cuando estas sodas se beben despacio, y se mantienen un tiempo en la boca, las repercusiones pueden llegar a ser catastróficas sobre el esmalte.

En segundo lugar está el picoteo a deshora, pero igualmente una alimentación demasiado sana, de tipo vegetariana. La masticación de frutos puede tener efectos abrasivos. Otros peligros potenciales para los deportistas de alto nivel, son las bebidas energéticas y el agua clorada a la que los nadadores profesionales están habitualmente expuestos.