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Los jugadores nunca quieren estar en el banquillo, los entrenadores nunca quieren que los echen de él. Sea como fuere, el deporte de equipo está íntimamente relacionado con este personaje adorable que es el banquillo.
Se puede considerar como ese asiento físico, frío y solitario muchas veces, con el que alguna vez hemos tenido que convivir, pero también se puede entender al banquillo como concepto o estatus, incluso como una forma de vida.
Estar en el banquillo se ha relacionado tradicionalmente a no ser apto para estar en pista y por tanto ser «malo» o «peor» que los que están en la pista. Por suerte se ha evolucionado en esto y ahora también se han introducido técnicas como las rotaciones, el descanso o los aspectos tácticos (sorprender a tu rival dejando a tu mejor jugador en el banquillo). Sea como sea, también es uno de los espacios que más frustraciones y alegrías pueden provocar.
El banquillo, nuestro compañero inseparable 1Lo que está fuera de toda duda es justamente que en ese pequeño espacio se ve y vive todo diferente. Los puntos/goles/canastas de nuestros compañeros continúan siéndolo, pero ya no se viven con tanta intensidad y alegría como si se estuviera en la pista, y es normal, también puedes sentirte castigado o no reconocido por el trabajo que has estado realizando en los entrenamientos. Pero sin duda, el deporte en equipo es así, y nadie escapa de este tormento.
Lo único que podemos hacer al respecto es optar al banquillo con alegría y optimismo. Bastante doloroso es para el entrenador (si es un buen entrenado) dejarte en el banquillo como para que se arme un espectáculo por ello, en cambio, si la actitud es positiva y se aprovecha el momento para aprender y salir más enchufado al partido, notarás como poco a poco la confianza del entrenador va en aumento (al mismo ritmo que tus minutos en cancha).
Así que es mejor dejar de lado las frustraciones y los viejos dogmas sobre banquillos, y actuar de una forma más respetuosa, al fin y al cabo, si estás en él será por alguna razón, no hay que dar siempre la culpa a otros, mejor empezar por uno mismo.