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Cada año, al llegar estas fechas, existe un término que cobra protagonismo en los medios de comunicación pero también en el entorno cotidiano: el síndrome postvacacional. Un síndrome que muestra las molestias que sufre cualquier trabajador en su vuelta al trabajo y que implica problemas de descanso, apatía, sensación de cansancio, tristeza… Cada persona vive este malestar de una forma concreta.

Sin embargo, el síndrome postvacacional también está vinculado con el grado de satisfacción que una persona tiene con su trabajo y con su vida personal. Es decir, una persona que está satisfecha con su empleo tiene una visión totalmente distinta de este regreso a la rutina que aquella persona que no disfruta con su trabajo y vive su tiempo pensando en que llegue el fin de semana para evadirse de la rutina semanal.

La depresión postvacacional depende del grado de satisfacción con el estilo de vidaJosé Antonio López que es vicepresidente de la  Asociación Española de Psiquiatría Privada (ASEPP) explica que muchas personas «pagan a la vuelta de las vacaciones el precio de la cada vez más agresiva civilización que estamos construyendo». Este experto considera que detrás de este síndrome no solo existe la capacidad de adaptación de un individuo que deja atrás el descanso estival para incorporarse a un horario exigente sino que conviene ir más allá para entender que hay «algo que no va bien en la vida del individuo» cuando el regreso a la realidad habitual se convierte en motivo de sufrimiento.

Pero además, este síndrome suele ir acompañado de una visión negativa del cambio cuando en realidad, para afrontar cualquier nuevo cambio en la rutina cotidiana es muy importante tener una visión optimista porque de la mano del pensamiento positivo, el regreso al trabajo fluye mejor.

El cambio de rutina propio de la vuelta al trabajo requiere de un proceso de adaptación por parte del individuo que es similar al cambio de estación o al cambio de hora. Es decir, es importante que la persona racionalice los síntomas desagradables de este periodo adaptativo para comprender su causa y poner cada cosa en su contexto. Además, los síntomas no suelen durar más de una semana.

La vuelta a la rutina viene acompañada de la oportunidad de emprender nuevos proyectos, alcanzar nuevas metas, concretar ilusiones nuevas. Por tanto, es importante cambiar el chip para no centrar la atención en aquello que dejamos atrás sino en aquello que está por venir.

Además, a modo de coaching, el inicio de un nuevo ciclo también es un momento fantástico para establecer cambios en la rutina personal y tomar decisiones que potencien el grado de satisfacción personal con el trabajo y con otras áreas de la vida.