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Como espectador, hay un deporte que me parece especialmente apasionamente desde el punto de vista físico. Ese deporte es el baloncesto. El despliegue de facultades que realizan sobre la pista unos tipos que rondan los dos metros de altura, con unos cuerpos muy trabajados en el gimnasio, creo que es unos de los más grandes espectáculos estéticos que se pueden contemplar.
Dentro de la pléyade actual de megaestrellas del deporte de la canasta, hay uno en concreto que sobresale por encima de todos. No sólo ya por su nivel como jugador, si no es el mejor del mundo le falta muy poco, si no por la combinación de altura, potencia y velocidad que conjuga en un cuerpo humano. Un tipo que parece haber sido diseñado por ordenador para conseguir al baloncestista perfecto. Un tipo que tiene por nombre Lebron James.
Un prodigio físico de 2.03 metros de altura y 113 kilos de puro músculo. No hay más que ver alguna foto suya para quedarse realmente impresionado por cada centímetro de su cuerpo, trabajado al milímetro en el gimnasio, gracias a una preparación que no descuida el más mínimo detalle. Vamos a verlo paso a paso.
Paso 1. Nunca es tarde para cambiar.
Lebron Raymone James, ese es su nombre completo, nació el 30 de Diciembre de 1984, destacando como jugador de baloncesto desde que era un niño. Su llegada a la NBA, la competición profesional de Estados Unidos, era considerada como el nacimiento de un nuevo mito. Pero había cosas que cuidar.
Las claves del éxito según Lebron James 1
Cuando entró en la NBA, Lebron no cuidaba ni su alimentación, parece que se hinchaba a hamburguesas, ni cuidaba sus tobillos. Como en muchos otros casos, fueron los consejos de un veterano los que le hicieron ver que lo difícil no era llegar, si no mantenerse.
Desde entonces, su actitud cambió radicalmente. Descubrió el yoga y, de mano de su preparador personal, comenzó una rutina espartana a base de alimentos energéticos y mucha fruta, masajes y una siesta diaria. Eso para ser capaz de llegar a los 2,15 metros en salto de altura y los 8 en salto de longitud.
Paso 2. Persigue tu destino.
Nacido para reinar. Por algo le han conocido como King James desde la adolescencia, desde que jugaba en el instituto y sus partidos ya se retransmitían por televisión a nivel nacional. Casi nada. Un prodigio, un portento, tanto a nivel de talento como físico. A partir de ese momento sólo le quedaba demostrar que era él «el elegido».
Gimnasio día a tras día y unos calentamientos previos a los partidos brutales, con fondos, dominadas y otros ejercicios con los que meter a sus músculos en el horno directamente. Una vez dentro de la pista, todo es pura energía cinética en movimiento.
Paso 3. Da igual lo que opinen los demás, ahí están mis cifras.
Evidentemente, el hecho de haber sido señalado como el mejor, como el que iba a ser el más grande de la historia del baloncesto antes, incluso, de haber pisado una pista profesional, genera cierta envidia y los comentarios aparecen. Que si este o el otro son más elegantes, que si todo es físico, que si aún no ha sido campeón, que si aquello o lo de más allá.
Cierto, todavía no ha sido campeón de la NBA, pero la verdad es que parece una cuestión de tiempo más que otra cosa. Recordar que el angelito aún no ha cumplido los 26 años, por lo qué aún quedan temporadas por delante. De hecho un tal Michael Jordan, considerado hasta el momento el mejor de la historia, no ganó su primer título hasta los 29.
Sin embargo sus cifras, multimillonarias en cuanto a contratos publicitarios ahí están, los datos hablan de cerca de 3o millones de dólares anuales. Así que, a quién le importa lo que yo haga, si mi nombre es Lebron James.