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Cientos de miles de veces hemos escuchado a amigos, familiares y parejas quejarse de lo aburrido y monótono de sus trabajos. Nostros mismos, en otras tantas ocasiones, hemos puesto el grito en el cielo para dejar claro el tedio laboral que nos asalta. Una repetición constante de tareas y rutinas que terminan por agarrotar nuestros cerebros y músculos. 
Eso, que cualquier trabajador sabe perfectamente, por haberlo sufrido en sus carnes, parece que va haciéndose evidente para todos. Lo cierto es que no hay nada como un buen puñado de datos estadísticos para dar un golpe en la mesa y llamar la atención sobre una realidad que afecta, no sólo a España, si no a todo el conjunto de la Unión Europea.
Aprovechando su presencia en una conferencia en Tarragona, el presidente de la Sociedad Catalana de Seguridad y Medicina en el trabajo, Pere Plana, afirmó, tajantemente que los trastornos músculo-esqueléticos son la principal causa de las bajas laborales en nuestro país. De hecho fue más allá, al asegurar que los movimientos repetitivos que realizan los trabajadores en sus actividades diarias, son los responsables de más del 90% de estas bajas.
Trastornos músculo-esqueléticos y bajas laborales, una relación consolidada 1
Y entonces todo el país puso el grito en el cielo. Se paralizó la actividad laboral por completo, exigiendo una profunda revisión del sistema. No, no, de eso nada, todo sigue, como si tal cosa.
A día de hoy, la cultura de la seguridad y salud en el trabajo todavía es muy pobre en nuestro entorno. En multitud de ocasiones son los propios trabajadores los que ignoran las pautas mínimas para una actuación segura, otras tantas, la prisa y la velocidad hacen simplemente imposible seguirlas. Por desgracia, en otro buen número de casos es la actuación criminal de algunos la que niega esa posibilidad. Después llegan los accidentes y las muertes.

Pero, sin llegar a casos fatales, la realidad cotidiana sigue hablando de importantes cifras de bajas laborales en la población activa. Bajas debidas a patologías eminentemente músculo-esqueléticas, como tendinitis, dolores de espalda y problemas en el canal carpiano. Unos trastornos que impiden al trabajador realizar su actividad laboral y que a la empresa le disminuyen su productividad.
Entonces, si están claras las consecuencias negativas para todos, ¿por qué no se toman cartas en el asunto?
Estaría bien saber la respuesta. El propio Pere Plana, en la citada conferencia, a que el reconocimiento como tales de las enfermedades profesionales, todavía está a años luz de lo que debería ser. Todo ello a pesar de que son mucho más frecuentes que los accidentes y de que, en Europa, llegan a suponer el 40% de las indemnizaciones por accidente laboral.
Queda mucho camino por avanzar, pero eso no nos debe llevar a la desesperación. Desde luego un estilo de vida más saludable, con un adecuado componente de ejercicio físico, podría servir de ayuda a nuestro organismo a lidiar con sobrecargas músculo-esqueléticas.
De todos modos, como explicaba el doctor Manel Baselga, en el mismo encuentro de Tarragona, que la presión del miedo a perder al trabajo está afectando de forma relevante hoy en día. La inseguridad laboral lleva a que el trabajador se empeñe aguantar situaciones que pueden ser fuente de un trastorno para evitar problemas de otra índole.
Parece claro que es necesario que todos los implicados, e interesados, se conviertan en parte de la solución. El diseño de puestos de trabajo y actividades laborales que eliminen esos componentes repetitivos y dañimos para nuestros cuerpos, debe ser una tarea de todos.
Y, mi opinión, los trabajadores deberíamos liderar esa transformación. Ojalá sea posible.