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Cualquier medio que se precie, recomienda caminar como deporte innato y natural para perder peso. Por supuesto, lo junta con una dieta equilibrada y cortar por lo sano esos pequeños excesos diarios que juntos provocan una verdadera montaña insalvable de grasas.
El problema está en que muchas veces confundimos la velocidad con el tocino, y no sabemos diferenciar a ciencia cierta, de la verdadera grasa que debemos eliminar y la que no.
Una de las principales obsesiones de los que pretenden adelgazar a través del deporte, es dejarlo simplemente porque al poco tiempo no notan resultados sorprendentes. Eso es algo normal. El cuerpo no puede cambiar de un día para otro, y los resultados son solo visibles a muy largo plazo: como cualquier cosa en la vida.
Adelgazando que es gerundio 1Nunca hay que realizar drástica dietas que minen nuestro estado anímico y acaben por retirar las energías que necesita el cuerpo para sobrevivir y llevar a cabo todos los trabajos cotidianos. Más bien, el adelgazar debe ser nuestra motivación principal para iniciarnos en el deporte.
Empezar por caminar un poco es buena idea, acabar corriendo es un resultado óptimo, acabar jugando todos los domingos a futbol con los amigos es un grandísimo logro. Vemos una evolución, el deporte es evolución.
Por ello, nada de obsesionarse con las grasas que nos perturban nuestro dorso, es mejor dejarlas ahí e irlas perdiendo poco a poco. Piernas, caderas, barriga, son lugares donde se centran todas nuestras reservas.
Si las forzamos, si forzamos al cuerpo, lo que provocaremos es que este piense que debe hibernar, que no tiene energía suficiente o que no hay alimentos, y jamás esas grasas que son las últimas en desaparecer marcharan.
Estaremos curiosamente luchando entre nuestra mente y nuestro cuerpo. Así que planteemos de otra forma el iniciar la práctica deportiva para adelgazar, más bien como una motivación, y veremos así rápidamente resultados imperceptibles, como notarnos más vivos y con más ganas de hacer cosas.