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Existen ideas que recorren el cerebro de todas las personas al menos una vez en la vida.
Hacerse millonario (a poder ser sin pegar ni golpe), ligarse al chico/a más guapo/a del instituto, aprender inglés (sin duda el deseo recurrente de todos los principios de año), ir al gimnasio (ir no significa solo pagar la cuota)…
Y es en este último donde me gustaría incidir ya que, ¿cuántas ideas preconcebidas tenemos de este tipo de sitios? ¿Colmará nuestras expectativas? ¿Existe vida más allá de las pesas y las mallas de «Lycra»? Intentaré aplacar todas las dudas.
no me cierra el pantalónSi llega un momento en el que no te abrocha el pantalón al que tanto cariño tienes o notas que la nevera se vacía como si tuvieras viviendo en tu casa al equipo completo de gimnastas rusos va siendo hora de que pienses en ponerte a régimen y hacer algo de deporte.
Es cierto que no hace falta apuntarse a un gimnasio para quemar grasas pero el caso es que hacerlo fuera de él resulta más complicado (incluso peligroso).
Trastos que acabas comprando en la «teletienda» que resultan tan inútiles como aparatosos (quién haya utilizado más de dos veces seguidas un electroestimulador que levante la mano), la bicicleta que terminas vendiendo por que no te cabe en casa, la cantidad de contaminación que tragas si se te ocurre hacer «footing» (por no hablar de los mordiscos de los perros)… En fin.
Que acaba compensando el hecho de soltar una cuota al mes y acudir religiosamente al centro de torturas en el que puede convertirse un gimnasio (o placeres si sabes escoger las rutinas).
¿Y cuál elegir?
gimnasioPuedes escoger el que tenga más espacio o equipamientos pero yo recomiendo el que esté más cerca de tu casa. Intenta que la lejanía no sea una excusa para hacer deporte (el cuerpo acaba volviéndose más vago que el encargado de vestuario de una película porno).
Una vez apuntado al gimnasio, y compradas varias mudas de ropa (recuerda que si sudas huele), toca ir por primera vez. No te preocupes: estarás más perdido que un cura en la cabalgata del día del Orgullo Gay.
Es normal. Conviene hablar con los monitores para escoger la rutina más adecuada para empezar a tonificar tu cuerpo.
Básicamente son dos: ejercicios aeróbicos para quemar grasa adelgazando sin adquirir excesiva musculatura (prepara las zapatillas) u orientar tu camino hacia la ejercitación de los músculos ganando peso y fuerza física (no hay duda: Schwarzenegger eligió lo segundo).
Una vez escogidos los ejercicios toca ponerlos en práctica, siempre teniendo en cuenta tu falta de experiencia.
Suele ser normal el querer jugar con las máquinas y sus pesos (sobre todo si vas con amigos o con tu pareja) pero, a no ser que quieras pasar los días siguientes tan inmóvil como una estatua de cera gracias a las agujetas, abstente de no sobrepasar lo indicado por los monitores.
Piensa que saben lo que hacen: han manejado más novatos que un cabo del ejército. Todos hemos pasado por el mal trago de las agujetas pero pocos nos acordamos una vez han quedado atrás. Y el agua con azúcar es un timo (además de asquerosa).
Una vez hayas cogido experiencia con la práctica de ejercicio toca explorar el resto de las instalaciones del gimnasio.
Dependiendo de la amplitud y calidad del mismo podemos encontrar desde piscina, sauna o jacuzzi hasta pistas de squash o solárium. Además de clases de aeróbic, yoga, spinning o pilates (incluso muchas más, casi todas terminadas en «ing»).
Resultan un gran complemento a las máquinas de ejercicio o las pesas ya que suelen resultar más entretenidas, añadiéndole más variedad al ejercicio.
saunaUnos largos en la piscina pueden ser la mejor manera de acabar un día agotador (ojo, no evita la ducha), unas partidas al squash invitan a la camaradería, las clases de aeróbic resultan un atrayente estímulo si eres un chico (si superas la vergüenza de ser el único tío entre tanta mujer)… Y lo que me gustaría resaltar especialmente: la sauna.
Aparta de tu cabeza todas las connotaciones homosexuales de la palabra (tras estar diez minutos dentro se te quitarán las ganas de pensar en otra cosa que no sea un vaso de agua) y dedica los últimos momentos del día a relajarte en este cubículo.
Jamás en tu vida te habrás sentido tan relajado como después de una sesión en la sauna (incluso eso que piensas no se puede comparar). Tras ella, y una posterior ducha fría, podemos decir que el día mereció la pena.
Si con todo lo anterior todavía no te he convencido para apuntarte a un gimnasio lee los siguientes puntos:

  • Aunque la cuota te parezca cara piensa en lo que también ahorras al no estar en casa: agua de la ducha, electricidad de la televisión… Y cervezas en el bar.
  • Acabarás haciendo amigos. La gente del gimnasio no solo sueña con pesas.
  • Incluso puedes encontrar pareja. Y en los gimnasios suele haber buen material.
  • Las tapas de después del ejercicio entran mucho mejor. Y sin compromiso de culpa.
  • Piensa en el orgullo que da decir que vas al gimnasio. Aunque siempre habrá alguno que te dirá que no lo nota.
  • Es una gran manera de matar el aburrimiento. Hacer deporte divierte. Por lo menos evita que pienses en otra cosa.

Y la mayor ventaja de todas: te sentirás mucho mejor, tanto física como mentalmente. Una mayor autoestima, mejor fondo físico… El ser humano está creado para moverse no para permanecer en una silla criando culo (y esos incómodos michelines que lo acompañan).
Haz deporte aunque no vayas a un gimnasio. Y si te apuntas no te conformes solo con estar apuntado: tienes que ir habitualmente. Los centros se forran con la gente que paga sin ir. ¿No querrás ser tú otro de esos primos?
Autor: Iván
Vía: Aletreando
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