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El asma es una enfermedad obstructiva crónica de las vías respiratorias, que se caracteriza por la presencia de edemas en las paredes de los bronquiolos, por la secreción de mucosa y por el espasmo o contracción de sus paredes musculares.
Los episodios, de variada intensidad, duración y frecuencia (en los cuales la persona afectada presenta dificultad para respirar, acompañada de sibilancias) son desencadenados por una reacción alérgica de las vías aéreas.
La misma  hace que diversas sustancias o agentes produzcan una inflamación en los bronquios, dificultando la entrada y salida de aire al pulmón, es decir la respiración.
El asma bronquial y el deporte 1El asma debe estar controlado, tanto por personal médico como por el paciente.
Para ello, es importante tomar la medicación según la prescripción médica; debe ser sin interrupción para no empeorar los síntomas ni agravar la crisis asmática.
La práctica de actividad deportiva contribuirá, junto con la medicación, con el tratamiento de la enfermedad.
En estos casos, también, hay que tener en cuenta cuales son los desencadenantes de las crisis, para la implementación de estrategias preventivas, y asegurarse de que el entrenador sepa que el deportista presenta asma y debe conocer su plan de acción y el medicamento necesario ante una posible crisis.
Se recomienda realizar actividad física en ambientes húmedos y a temperaturas templadas; por lo tanto, los deportes indicados son natación, bicicleta y caminata; estos no suelen provocar una crisis asmática.
En cambio, aquellos deportes que de resistencia, que requieren hacer un gasto energético durante un período de tiempo prolongado, como el fútbol y el basket, son los  menos recomendables para una persona con asma.
El inicio de una crisis asmática, generalmente, es por las condiciones climáticas o sobreesfuerzo; comienza con tos, cansancio, fatiga y presencia de  sibilancias (pitos en el pecho, silbos). En estos casos, se debe detener el deporte para no empeorar la situación.