El chocolate, el bacon, las hamburguesas, las patatas fritas, los perritos calientes, muchos son los que adoran comer grasa. Pero cuanto más se come de este tipo de alimentos, más ganas se tienen. Es menos sabido, pero la grasa también provoca adicción al mismo nivel que la droga, el alcohol o el azúcar.

Las materias grasas, una incidencia cerebral directa

Son muchas las personas que aprecian las grasas, incluso si se sabe pertinentemente que son malas para la salud, salvo que ignoramos a veces hasta qué punto son dañinas. Los alimentos hipercalóricos no causan únicamente sobrepeso y una reducción de la esperanza de vida, también provocan adicción, no únicamente por su sabor, sino a causa de otros parámetros.

En efecto, un estudio americano ha demostrado que cuando se comen productos grasos, estos últimos actúan sobre el organismo al mismo nivel que una droga. Este estudio realizado en los Estados Unidos ha permitido constatar que cuando se consumen materias grasas, las señales cerebrales de la saciedad se ven alteradas, lo que provoca unas ganas irrefrenables de continuar comiendo, incluso si ya no se tiene más hambre.

Hamburguesa

El bloqueo de las señales de insulina

Para prevenir esta cuestión, los investigadores se han interesado en las señales de insulina en el cerebro. Estas últimos han sido observadas en la medida en la que son ellas las transmiten la información de la saciedad. Además, el hecho de resistirse a estas señales de insulina provoca la obesidad.

Durante el estudio, apareció que el consumo de materias grasas adentraba al sujeto en un círculo vicioso que le empujaba a su sobreconsumo.

En abril de 2014, un estudio realizado por el Centro Nacional de Investigación Científica llegó a las mismas conclusiones que el estudio anterior. Incluso demostró de qué forma los triglicéridos, los cuerpos grasos procedentes de la alimentación, podían actuar como una droga dura sobre el cerebro.

Una sensación de placer multiplicada

Los triglicéridos contenidos en los alimentos ricos en materias grasas aumentan en efecto la sensación de placer que se consigue con cada comida. De esta forma, unos ingredientes como la pasta para untar, las carnes grasas o los quesos tienen tendencia a activar los circuitos de la recompensa en el cerebro y crear un efecto de adaptación.

Paralelamente, un estudio americano profundizó en este sentido tras varios experimentos con ratones. Los investigadores, que fueron los instigadores, destacaron que los alimentos que contenían muchas grasas provocaban dependencia y venían a sobrecargar poco a poco los centros del placer en el cerebro. Esta situación termina por provocar la caída de estos centros y entonces hay que comer más alimentos grasos para reactivarlos.

Se desaconseja una alimentación grasa desde cualquier punto de vista. Responsable de muchas enfermedades y del sobrepeso, la grasa provoca adicción. Esto significa que si no se tiene cuidado se corre el riesgo de verse atrapado en un engranaje alimenticio donde ya no hay placer en ingerir alimentos sanos. En todo caso, siempre está permitido comer de vez en cuando un poco de chocolate, por ejemplo.

Lo fundamental es que esto no se convierta en un hábito, sino más bien en una recompensa tras varios días de comida equilibrada. Siempre es necesario que estas excepciones se mantengan como un pequeño placer.