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Uno de los pseudo-mitos más extendidos del culturismo es que se nace con unas ciertas características genéticas que nos condicionan a poder llegar o no a algo en esta práctica deportiva. Si bien es cierto que la genética, por motivos evidentes, condiciona nuestro desarrollo físico y por tanto potencial deportivo, no es una limitación en si misma que deba preocuparnos.
Dejemos claro que si mides 1,60 no puedes, a través de un entrenamiento adecuado, llegar al metro noventa, y que de igual forma si tus ojos son negros como el carbón no conseguirás hacerlos azules, por más peso que levantes.
Mi genética no está a la altura de ese hombre 1Pero dejando de lado motivos de peso, lo que sí es cierto es que con esfuerzo y con entrenamiento duro se puede ir corrigiendo todos aquellos  elementos con los que no estás contento, o incluso, puedes llegar a aceptarlos como tal y que ya no te molesten.
De igual forma, es cierto que hay que tener cuidado con algunas cosas. Si tienes problemas de espalda o de rodillas, es mejor una visita preceptiva al médico de confianza. No hay que hacer locuras.
Volviendo al tema,  si bien es cierto que en el sentido de competición, tu genética puede ser un elemento definitorio, a nivel de gimnasio, o dicho de otra manera, aquellos que practican culturismo por puro placer personal y no por un interés puramente competitivo, no deben de tener mayores problemas, ya que las diferencias entre unos y otros, a través del entrenamiento, se van haciendo más bien mínimas.
Como veis, lo importante y esencial vuelve a ser lo mismo: el entrenamiento. Para ello, debemos localizar esas partes que no queremos mantener, y empezar, con la ayuda de alguien que sepa más que nosotros, a trabajarlas, para así, limar esas asperezas y conseguir el cuerpo que queremos y estar en las mismas condiciones que nuestros contrarios si damos el paso a la competición.